Quede varado delante del molinete, en la estación que da a tu corazón. El ultimo paso me prohibiste. Por eso al mar de las palabras me entregue y en ese momento la peregrinación comenzó.
La imagen, que mi cuerpo y el teclado generan,
me pide que la conserve;
pero me obliga a romperla para enunciarla:
Hermosa:
mi cráneo descansa sobre mi mano,
apuntalada al antebrazo.
Todo acaba junto al teclado: castaño, arena blanca, grises blandos, grises rígidos y negro.
Internet.
El error de ayer,
la tecnología hoy,
me permite editar.